MINICUENTOS GRISES (2009)

Minicuentos grises – Aliteraciones, sonsonetes y otros cuentos.
(14×20, 104 páginas)
Ed. Antares, Buenos Aires, Argentina, 2009.

Arte de tapa: Mónica Caputo.

Dibujos interiores de los minicuentos: Rubén Pergament.

Ricardo Rubio y Rubén Pergament

 

 

 

 

El libro se presentó en la Biblioteca Nacional de la ciudad de Buenos Aires, el 3 de diciembre de 2009.
Presentó el libro el narrador Héctor Faga. Acompañaron con sus palabras la poeta Alicia Digón y los poetas Gino Bencivenga y Carlos Kuariem.

LECTURA: http://ricardorubio.fullblog.com.ar/

CONTRATAPA, POR ALICIA DIGÓN

Alicia Digón

Ricardo Rubio roza el rimmel, el rictus de las palabras y se filtra en los intersticios del lenguaje para domar al músculo de esa realidad que se torna otra. Alucinada, fatal, a veces introduce una estética extraña, procaz y provocativa. Ese juego de rarezas cotidianas que da vuelta como un guante a aquella minificción que da la espalda a la fantasía atrevida.
Diríase que estas minificciones recortan al hombre post moderno, urbano, líquido, y ahí, en ese espacio, RR se vuelve insolente, rescata historias del pozo de los infiernos, allí, donde se cocina la verdadera literatura.
RR, insisto, le saca fotocopias (cien) al ombligo de una mujer, mientras su jefe se pierde en la espesura de su cuerpo.
Quien lo acompaña, es decir: quien lo ilustra, también juega al dominó con el diablo, y -como diría Ike Blaisten- sus dibujos, aparentemente inocentes, «tocan el violín en la panza de la luna».

NOTA PRELIMINAR, POR HÉCTOR FAGA

Héctor Faga

El gris es un color que resulta de la mezcla del blanco con el negro. Es el centro de la totalidad, una conjunción que guarda una distancia sutil entre la paleta de colores y la ausencia absoluta de color, el ying y el yang, la dualidad de lo existente, el todo y la nada. Difícil equilibrio que oculta bajo una pátina de aparente uniformidad una riqueza pictórica que sólo se vuelve visible al ahondar en él. Da sensación de frialdad pero también de brillo y elegancia. Grises son las nubes del granizo, la fina línea de la niebla, la textura profunda del metal, el pelaje del lobo de las estepas, la sombra que se diluye en la tarde. Y en un contexto aún más íntimo, grises suelen ser los estados del ánimo, como resultan grises las hojas caídas en el otoño. Pero curiosamente, también es gris la sustancia que da forma al pensamiento.
Los relatos que componen los “Minicuentos grises” que Ricardo Rubio nos propone, presentan una textura asintótica al sentido del color, tal vez haciendo honor al calificativo. Escritos en un estilo de prosa ciudadana, muchas veces crítico, por momentos cruel, que se atreve a rozar el lenguaje de los bajos fondos, mantienen en todo momento un alto nivel literario y conceptual. Son un dúctil muestrario de las bajezas y debilidades humanas, de las cuitas y vicisitudes cotidianas, de los deseos máximos y de los triunfos mínimos. Minibocetos del amor, la ira, la tristeza, la duda, la lujuria o la ambición, no excluyen la crítica, la ambigüedad y la fantasía. Bajo una apariencia coloquial, Ricardo nos muestra un exquisito manejo del lenguaje. Qué, si no, puede decirse de expresiones tales como “los feroces fusiles aullaban con su tos de chispa y desenfreno”, “mujeres con cuerpo atomatado y cara imprecisa de relojes”, o finalmente, “tajando en dos el pasado como una gacela muda”, preciosas imágenes exteriores a ser recreadas y desmenuzadas en la soledad de nuestro interior. La minuciosidad que Ricardo aplica a su trabajo, la búsqueda permanente de la perfección, la audacia de sus propuestas, la engañosa simplicidad de sus frases cargadas de simbolismos apenas insinuados, dan un sentido único a la fluidez de su rico e imaginativo interior.
Es por todo esto que los “Minicuentos grises” invitan a ser leídos y releídos con especial atención, no sólo para solazarse en una lectura agradable y atrapante, sino -y sobre todo- para mejor captar su riqueza. Y cada vez que lo hagamos, sin duda volveremos a sorprendernos.