Crónicas de un legado hermético, novela.
(15×23, 232 páginas)
Ed. Antares, Buenos Aires, Argentina, 2011.
Arte de tapa: Mónica Caputo (óleo).
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El libro se presentó en la Sala Juan L. Ortiz de la Biblioteca Nacional de la Ciudad de BUenos Aires, el 2 de junio de 2011.
La conducción estuvo a cargo de la poeta Susana Lamaison.
Comentó el libro el escritor Carlos Enrique Berbeglia; leyeron fragmentos de la obra los actores Mónica Snyders y Horacio Verón, y el poeta Carlos Kuraiem.
Vanina Guilledo, cantante lírica mezzosoprano interpretó tres piezas clásicas.
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CONTRATAPA, POR ANÍBAL ZVORAK
Crónicas de un legado hermético es el camino de Lucio Ávila hacia la iluminación, joven Profesor de Ética que ha dejado de creer en la humanidad, acaso por la violencia que sacude Buenos Aires. Taciturno y existencial, sus relaciones sentimentales son un fracaso y su vida es un vacío sin expectativas.
El legado de un viejo profesor le propone una salida del tedio y el desánimo.
A lo largo de su periplo en busca de información y de unas extrañas piedras, se cruzará con personajes que aportarán sus dosis de caos. Muchos de ellos parecen estar esperándolo.
Lo antropológico es analizado por el protagonista con una reflexión que elude el lugar común, las frases hechas y la reiteración de ideas de la filosofía occidental; fuerzas de pensamiento que provocarán discrepancias y generarán dudas.
Un personaje femenino, Noa, equilibrará la balanza y ayudará a Lucio en el duro camino que el destino le propone.
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De pie: Carlos Enrique Berbeglia, Susana Lamaison, Carlos Kuraiem, Vanina Guilledo, Pablo (pianista), Horacio Verón.
Sentados: Graciela Maturo, Mónica Caputo, Ricardo Rubio, Mónica Snyders.
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COMENTARIO DEL POETA Y ESCRITOR DIEGO GARCÍA
Ante todo, Ricardo, fue un enorme placer la lectura de esta novela. Calculé tomarme una semana para ello y en sólo dos días la había terminado. Ahora que han pasado varios días más de reflexiones y relecturas, comparto con usted estas notas, una modesta lectura de su obra.
Uno de los temas es la poesía. La poesía en relación/tensión con el lenguaje comunicativo, y a su vez, la cuestión de la traducción como un acto que evidencia los límites de la lengua (pareciera existir en este punto la postulación de una lectura profunda posible de superar la materialidad de los signos para captar cierta esencia más allá de lo idiomático). Lo poético aparece incluso en la propia textura narrativa, entendido como una manera de mirar y de pensar el mundo; en frases como ésta por ejemplo: “Ahora sólo recuerdo su espalda achicándose tras la luneta de un taxi en la noche del adiós”. Para los Kankaás el lenguaje poético es la forma suprema de la comunicación y del pensamiento (evidente en la traducción de cada piedra): “La poesía es sin duda la vanguardia del razonamiento humano”. Creo que esta idea sostiene a la novela toda, y justifica tanto el periplo de Lucio Ávila como el de Ricardo Rubio.
Se nos plantea una lengua primitiva cuyo carácter lírico re-liga al ser con lo sagrado y a la escritura con un plano de sensibilidades superiores. El “lenguaje vegetal” es el único que podría nombrar lo verdadero, ya que desde nuestra lengua actual, como dice Yabo Numac, “no podemos nombrar lo sutil de lo sutil”. Lo simbólico emerge desde esta perspectiva (un bellísimo ejemplo es el episodio en que se explica la función del mito mediante la metáfora del romero), descubriendo un abanico filosófico que cruza, como puntos en una constelación, a numerosas civilizaciones a lo largo de la historia mundial; el símbolo es entonces parte de ese pensamiento que aspira a la totalidad (excelente referencia a Carl Jung al respecto) y que la ciencia no ha sabido abordar sin mutilaciones.
La guerra de Malvinas como trasfondo y las sensaciones naturalmente tratadas de aquellos años de horror son otro acierto que no quisiera dejar de mencionar. Hay una insinuación que nos permite asociar la degradación de la especie con la guerra y el materialismo. También, pareciera responderse al respecto que esta absurda destrucción es inevitable según el equilibrio de compensaciones que rige el cosmos. Y aquí la gran cuestión del círculo y el tiempo-movimiento. Lo circular como trayecto de escritura y como metáfora vital, al igual que las polaridades (femenino – masculino; Lucio – Noa; Kankaás – Koo-kás). Por ello, no podía terminar de otra manera la novela que no terminando. Esperaremos el segundo tomo con ansiedad.
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COMENTARIO DEL POETA Y ESCRITOR JORGE OSCAR BACH
Hoy cuando leo Crónica de un legado hermético, sigo leyendo al mismo Ricardo Rubio, pero evolucionado, maduro. Un hombre que ha comprendido el verdadero valor de la estructura en la novela y el juego de la creatividad que se atreve a romper los límites de lo predicho, de lo anunciado, de lo recomendado.
En oportunidades, los autores prefieren hacer de la estructura su Caballo de Troya. Se aseguran de que sus obras sean entretenidas pero de escaso vuelo literario. Ricardo Rubio, no solo ha logrado en Crónica de un legado hermético una obra entretenida, sino también el compromiso con la idea y la apreciación de la calidad literaria.
Si de la persistencia del escritor hablamos, el autor que conocí en el año ochenta y tres permanece con sus ideales intactos. ¿Puede en algún momento la razón extraviarse, demorarse, perderse en el tiempo? ¿Puede narcotizarse por la comodidad de la renuncia o derrumbarse por la persecución y el olvido? Todo en algún momento resurge. La vida que transcurre en el ámbito de la razón, difícilmente sea exterminada. Puede ocultarse, aletargarse hasta esperar el momento oportuno de su reaparición; pero cuando retorna su eficacia es innegable y su voluntad indiscutible. Aún cuando el enemigo parezca poderoso, cuando parezca indestructible, determinante, la voluntad de la idea permanece en el tiempo, en documentos, en piedras, en la memoria, en un legado que se hace estilo de vida, apreciable e irrenunciable.
Me atrevo a pensar que Rubio tanto como Isaac Asimov y J. R. R. Tolkien, es consciente de que la verdad en algún momento resurge. Existen quienes no se creen portadores de la verdad, sino de un punto de vista que puede acercarnos a ella pacíficamente, enriqueciendo y alimentando la naturaleza humana al grado de comprender que cualquier lucha es inútil si esta nos separa de la razón.
Cuando conocí y dialogué con el protagonista de la novela, Lucio (y digo dialogué porque debatí sus indecisiones, sus cuestionamientos y compartí sus aciertos como si fueran propios) noté que había algo más que un personaje. Lucio era portador de una verdad, de una conciencia milenaria, ¿olvidada?, expectante, administrada por un grupo de humanos sabios, que esperan el momento oportuno para revelar una característica humana velada al hombre de hoy: el conocimiento de su propia esencia, del ser. No existe valor en el ser humano fuera de sí mismo y fuera de su relación con el otro y de la naturaleza. Poseedores de un lenguaje particular, los Kankaas, una civilización extinta y paradójicamente presente en el siglo XX, son portadores de un conocimiento restringido a nuestra sociedad de consumo que espera darse a conocer, armonizarse, abrirse, por pura fuerza de la razón y de la aproximación, a la realidad humana.
Crónicas de un legado hermético, no es solo la voluntad de Ricardo Rubio, no es solo un paso más hacia la literatura de un autor que conozco con cuarenta años de compromiso en la literatura. Esta novela es un espacio de lectura, de reflexión, de apertura a un mundo de la razón que nos espera.
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